martes, 6 de mayo de 2014

Reencuentro con la Fe

Fui educado en la religión católica. Mi padre también lo fue; era, al morir, agnóstico, pero vivió rodeado de crucifijos de muy buen gusto artístico, pero también de contenido místico. Mi madre siempre fue creyente y practicante del catolicismo. Ansiaba la renovación de la Iglesia, y nunca se alejó de la Iglesia ni de su renovación. Medio en broma y medio en serio, parafraseando a Adolfo López Mateos (recordarán que en su campaña moderó su declaratoria de ser de "extrema izquierda" y dijo que era "de extrema izquierda dentro de la Constitución") papá dijo que mamá era "de extrema izquierda dentro del catecismo." Nunca creí en una ni en otra de esas frases de López Mateos. Tampoco pensé jamás que mamá fuese de extrema izquierda, ni dentro ni fuera del catecismo.

Mis hermanos abarcan una gama de formas de vivir la Fe. Paco, ortodoxo y conservador; Pepe activo y social dentro de la Iglesia; con Bertha, Lupe y Marisa no he compartido puntos de vista, y tampoco he observado su praxis; Diego gusta de la teología de la liberación pero no está oficialmente en la Iglesia; Ana dice que es atea, pero tiene en casa una fuente con san Francisco en el centro. Junto con mis hermanos, Cornelio y mis hijos fueron testigos del camino que seguí en mi salida de la Iglesia y también de mi pensar y ser durante y después de que lo transité.

 Conozco las palabras de la misa y de muchas oraciones en español y latín; algunas también en inglés. Fui entusiasta creyente en tiempos de Juan XXIII; luego llegué a pensar que Dios no existe y que cualquier religión puede ser muy dañina. Fui mormón por tres años -en los que procuré cumplir con cada ordenanza y cada forma, pero en lo que no pude permanecer.

Hace años una paciente mía me pregunto: "Doctor, ¿por qué usted siendo tan diablo, sabe tanto de la religión?" Yo le contesté con una broma, al revés del dicho popular, que, para mí, encierra una verdad: "Porque el diablo sabe más por diablo que por viejo."

Vivo, como Unamuno, la tensión entre la Fé y la Razón.

Hace unas pocas semanas me emocionó leer la obrita "The Dream was from God" en la que Drew P. Arnold, vecino nuestro en el Rancho Los Labradores y persona admirable desde muchos puntos de vista, narra algo de su vida y de su vocación como pastor religioso. Decidí visitarlo para pedir a él y a su esposa (quien fue católica) que me enseñaran a orar. Esto ocurrió el pasado lunes 28 de abril. Fue un encuentro emotivo y aleccionador, del cual seguramente escribiré con mayor detalle cuando medite más acerca de él.

El caso es que esa tarde comencé a reexplorar mi relación con la Fe. Podría decir que mi relación con Jesucrísto, pero desconfío tanto de las profesiones de fe "cristiana," tan de moda hoy en día, que no quisiera pensar ni que se pensara que estoy viviendo mi propia versión de eso.

Quiero proceder despacio, con prudencia, en serio. Quiero reencontrarme con algo que sentí hace años y que luego dejé. Por lo pronto, quiero hacer oración y compartir lo que vaya viviendo, con mis amigos y con mis hermanos e hijos -carnales y adoptivos, como suelo decir- Dejando, además, registro de ello. Por eso quiero reunir en este blog lo que será una especie de diario de ese camino. ¿Me explico?

Les invito a acompañarme. Voy agradecer sus comentarios.

4 comentarios:

  1. Estimado maestro Fernando, ¿usted descartaría por completo la posibilidad que plantea San Agustín de profesar una Fe sólidamente vinculada a la Razón? ¿El fideísmo estará en lo cierto al descartar la Razón como un camino para encontrarse con Dios?

    Por otro lado, si la cultura contemporánea nos impone la racionalidad científica como la única fuente de conocimiento legítimo acerca del mundo, ¿qué papel juega la filosofía en todo esto?, ¿se encuentra ésta en el mismo nivel epistemológico que la Fe?

    Como siempre le agradezco que nos comparta temas de discusión tan interesantes. Reciba un abrazo sincero.

    Carlos Concha.

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  2. Hola Carlos, no sabes cuánto te agradezco el comentario. No pienso que Fe y Razón sean contradictorios, pero mi experiencia me asegura que su coexistencia se acompaña de lucha interior; tensión, digamos.

    Ahora bien, me gusta decir que la tensión no está mal, de hecho es necesaria. Por ejemplo, las cuerdas del violín no suenan bien si no están tensas. Se necesita la tensión justa para que el sonido sea perfecto. Sin tensión, la cuerda no produce sonido; la tensión precisa da el sonido exacto; y la tensión excesiva puede reventar la cuerda.

    En el deseo de la persona por comprender el universo Ciencia, Filosofía y Religión son procesos diferentes. El primero se basa en la observación, la comprobación y el razonamiento para comprender al universo, haciendo especial énfasis en la posibilidad de demostrar falsa la proposición o hipótesis que se tiene por verdadera; el segundo recurre a esas tres acciones, aunque de un modo distinto, pues privilegia el razonamiento y no está urgida de demostración; el tercero, se basa en la Fe (la cual según san Pablo es la garantía de lo que se espera y la prueba de las realidades que no se ven -http://www.bibliacatolica.com.br/es/la-biblia-de-jerusalen/hebreos/11/#.U2pzCqKa8uM) y en la verdad revelada.

    Por lo anterior, me atrevo a decir que ciencia, filosofía y religión no se encuentran en el mismo nivel epistemológico. Pienso que puede haber entre ellas vínculos y también contradicciones. Toca a cada persona dar a la cuerda la justa tensión.

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    1. Maestro Fernando, si al igual que la ciencia y la filosofía, la religión también es un producto de la razón humana ¿por qué entonces pareciera que la tensión existente entre estas últimas es mucho más pronunciada que la que se da con las dos primeras? Desde mis años de estudiante, siempre me pareció mucho más sencillo ajustar la razón a los asuntos científicos y filosóficos (presuposición típica de la educación moderna), que a mis creencias religiosas.

      Esto se lo pregunto porque hasta la fecha no he podido reencontrarme con la fe que perdí hace varios años. Aunque “en teoría” trato de fundamentar “racionalmente” y sin fanatismos mis creencias religiosas, la verdad es que ya no he vuelto a vivir esa especie de “éxtasis espiritual” que llegué a experimentar cuando era niño y me temo que esto se debe precisamente a que mi razón (más inclinada a la racionalidad científica) no termina de acoplarse a mi sentir espiritual.

      Por un lado me declaro creyente, pero por otro me muestro escéptico y desconfiado ante cualquier práctica espiritual que pudiera acercarme a Dios o a esa dimensión de fe religiosa que no cuestiona ni critica ni pide pruebas.

      No sé cómo se haya sentido usted con la experiencia que nos cuenta, pero alguna vez que yo intenté orar auxiliado por otra persona, me sentí raro, no me permití involucrarme de lleno en la vivencia, mi razón crítica se mantuvo alerta todo el tiempo y no pude encontrar la espiritualidad que buscaba a pesar de que lo deseaba intensamente.

      Saludos.

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    2. Después de leer, emocionado, el librito de Drew. Pensé cómo acercarme a él en busca de algo parecido a la experiencia que él ha vivido. Decidí exponerle mis sentimientos, más que mis pensamientos. Me incliné por pedirle que me enseñara a orar, porque conforme a su biografía la oración había jugado una parte muy importante en su encuentro con la Fe y en sus decisiones como fundador y constructor de comunidades religiosas, la más exitosa de las cuales se llama Solid Rock Outdoor Ministries (en castellano católico se traduciría como Pastoral Campista Roca Firme) que organiza ascensiones como vía para sentir a la divinidad en lo imponente de las montañas, principalmente en Wyoming.

      Muchas de las experiencias y trabajos que vivió Drew fueron en pareja con Mary, su esposa. Desde la lucha por ganarse la vida hasta el placer de viajar de mochileros por Estados Unidos, Europa y Asia, hasta el trabajo de ellos como maestros de escuela primero y constructores de iglesias y comunidades religiosas después.

      La respuesta de Mary cuando después de un rato de hablar con ellos dos comenté "supongo que tendré que cambiar muchas cosas" no pudo ser mejor para mí: "Dios te quiere como eres, quiere que seas su amigo, te ama... ama lo que eres. No habló del pecado, ni de la culpa.

      Salí de la casa de los Arnold con una versión Reina Valera de la Biblia (fue la que tenían, no insistieron en que leyera precisamente esa) y un libro con el Nuevo Testamento y los Salmos, que sugirieron usara como fuente de inspiración al meditar y orar. Pienso ir relatando lo que ha sucedido e irá sucediendo después. La experiencia acaba de comenzar y no quiero que termine.

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