martes, 21 de abril de 2009

In īxtli in yōllohtli.

Poco sabemos de la educación en mesoamérica.

Mal haría en no ocuparme un poco de la educación prehispánica en mesoamérica.
No creo que sea posible saber qué tanto trascendió el pensamiento educacional prehispánico en la cultura novohispana primero y mexicana después. No hay duda de que desconocemos mucho de ese pensamiento y de las prácticas que derivaron de él. Nunca podremos estar seguros de poseer siquiera un atisbo al respecto.

Textos preparados muy pronto luego de la conquista, contienen información acerca de las instituciones educacionales del Anáhuac. Los huēhuehtlahtōlli o palabras de los ancianos, algunas de las cuales fueron recogidas por escrito y se conservaron para la posteridad, contienen enseñanzas de indudable valor que dan una idea de lo que debió ser la labor educativa de las madres, los padres, abuelas y abuelos, maestras y maestros antes de la llegada de los europeos al continente. Parece ser que los datos sobre la educación en otros pueblos mesoamericanos son, en cambio, casi inexistentes, aunque cabe pensar que no existió diferencia fundamental. Debo confesar una enorme ignorancia de mi parte acerca del tema, a tal punto que si quisiera abordarlo me encontraría destinado a repetir lo que pudiese encontrar en autores como el siempre disfrutable y bien informado Miguel León Portilla o a una cosa que no desearía hacer: repetir a quienes han recogido información que habrá sido transcrita no sé cuántas veces ya. Un camino alternativo es el de arriesgarme por parajes que ignoro pero en los que pueda encontrar algo no tan manido, para ofrecer a quien esto lea. Es el que trataré de seguir.

Aparte del ánimo (común a todo proceso educativo) de perpetuar ciertos valores culturales (en este caso los propios de aquellas sociedades, sustentadas en la agricultura, la artesanía y el comercio; gobernadas por una nobleza sacerdotal, y poseedoras, en general, de un importante cuerpo militar) la educación los pueblos mesoamericanos buscó (es lógico pensar que así fuera, pero además hay prueba de ello) el formar a las personas en la vida comunitaria y en el concepto de la humanidad como parte de la naturaleza, que constituían, por así decirlo, su esencia moral.

Según sabemos, era una educación basada en el respeto absoluto hacia la persona del maestro, quien asumía la responsabilidad de infundir en los educandos los conocimientos, las maneras de pensar y de proceder, al tiempo que les guiaba en la adquisición de un conjunto de destrezas. Mujeres y hombres asistían a planteles separados. La educación pública daba atención diferente a la nobleza que al pueblo en general. Se sabe también que la asistencia a la escuela empezaba un tanto tardíamente, si se la compara con los tiempos presentes: aproximadamente a los 15 años de edad.

La persona como rostro y corazón.

Una idea cuya noticia ha llegado hasta nosotros es el concepto de la persona humana como rostro y corazón.
La expresión in īxtli in yōllohtli ―literalmente rostro y corazón― significa la comprensión, el entendimiento. Tiene muy probablemente raíces muy antiguas, que de seguro penetran y se extienden por todo mesoamérica. La educación entre los nahuas estaba estrechamente vinculada a este concepto. A partir de ella encamino el resto de este escrito.

Excursión por la filología.

Sé que la filología poco prueba, pero me pareció que una manera de mirar al interior de la civilización mesoamericana, podía ser a través del conocimiento que del idioma nahuatl nos han dejado los escritos que tenemos de aquel tiempo. Permítanme, sin ser un experto y aprovechando el magnífico recurso de la Internet,1 hacer lo que me gustaría denominar una excursión de diccionario. Ojalá la disfruten conmigo.

Sabiduría y enseñanza.

Palabras del nahuatl clásico, tales como īxtlamachiliztli (sabiduría, razón, prudencia), īxtlamachtia (enseñar, elevar), īxtlamachtlillani (tener deseos de aprender), īxtlamati (prudente, sabio(a)), que relacionan īxtli (rostro, ojo) con machia (ser conocido, descubierto, o bien, reflexionar, ser cauto), machiliztli (conocimiento), machtia (que en su forma transitiva significa instruir a alguien, y en su forma reflexiva, aprender, instruirse), machtilli (alumno, estudiante) y con mati (conocer, pensar) ofrecen un indicio de implicaciones profundas de la palabra īxtli, bastante más allá de su sentido material.

Rectitud.

Por otra parte (y muy en relación con la educación) están palabras como melactic, (derecho, recto) melāhuac (derecho, recto, justo) melāhua, tlamelāhua (enderezar, explicar, interpretar), melāhuacāyōtl (rectitud, derechura), melāhualiztli (vida de rectitud, probidad, honestidad), que yuxtapuestas con yōllohtli, nos dan melāhuacāyōlloh (que tiene un corazón justo, honrado) y yōlmelāhualiztli (purificar o enderezar los corazones). Al conocerlas, se siente más confianza en suponer que los antiguos mexicanos incluían en el concepto de yōllohtli una mayor extensión incluso que la que concedemos a la palabra corazón.

Razón, prudencia, madurez, sentimiento.

Plenas de relación con el conocimiento están yōlloh (que tiene buena memoria, ingenio, inteligencia, capacidad), yōllohhuia (inventar), yōllohcāyōtl (habilidad, ingenio). Y con relación al temperamento, el carácter y la personalidad: yōlloa (ser discreto, prudente, sabio, guiarse por la razón), yōllohchicāhuac (animoso, valiente), yōllohchipāhuac (que tiene el corazón puro), yōllohco (de edad madura), yōllohmatiliztli (prudencia, atención, habilidad), yōllohpiltic (generoso, de temperamento noble) y muchas más.

Y también en el sentido negativo: ahtle īyōlloh quimati (no es inteligente), yōllohazcacoalōc (desalmado, que no tiene sentimientos, y -¡qué interesante!- que canta sin sentimiento), yōllohchico (demente), yōllohchicotic (que tiene el espíritu perturbado), yōllohcococ (cruel, se dice del criminal, de quien causa daño), yōllohcocoleh (colérico, iracundo, violento), yōllohnecuil (malo, vicioso), yōllohquimilli (atolondrado, palurdo, tosco, zafio; literalmente: que tiene el corazón envuelto, tapado).

Del sabio al sofista.

De modo parecido podemos examinar el concepto del sabio, del maestro: tlamatini, tlamatinime en plural, quien ¡atención! no solamente es la persona sabia e instruida, sino también hábil, capaz y ¡embaucadora!... ¡Del sabio al sofista en una sola palabra!.

Compartir el conocimiento.

La acción de conocer se expresaba con la palabra tlamatiliztli, que el padre Garibay interpretó también como enseñanza o doctrina, conceptos que también expresaba la palabra tlamatiniyōtl.

No estoy seguro de que sea así (recuérdese mati ―conocer, pensar― que mencioné antes), pero encuentro que estos últimos tres conceptos pueden tener relación con la palabra tlamati (que significa ser prudente, tranquilo, calmado, pero también seducir, embaucar ¿notable, no?) y con tlamātilia (con la ā larga) que significa unir a las personas y tlamatilia (con a breve) que quiere decir poner el conocimiento de uno a la disposición de alguien más).

No solamente los maestros tenían la misión de educar, también los padres, los abuelos, todas las personas mayores: in īyōllohco oquichtin in īyōllohco cihuah.2

El ser externo y el ser interior.

Luego de este (para mí) fascinante paseo léxico, me queda mucho más claro que īxtli implique la fisonomía, no solamente física, sino moral de la persona, algo que se adquiere o se perfecciona por medio de la educación, y que yōllohtli sea el la actividad interior, que agita no nada más la sangre, sino todo nuestro ser, energía que la educación ayuda a encauzar y a domeñar.3

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1 http://sites.estvideo.net/malinal/nahuatl.page.html
(consultado el 21 de abril de 2009)
2 Los hombres maduros, las mujeres maduras.
3 http://www.cialc.unam.mx/pensamientoycultura/biblioteca%20virtual/diccionario/in_ixtli_in_yollotl.htm
(consultado el 20ab09)

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